Mirando un desabrido plato de pasta, escucho a mi compatriota en la diáspora decir “I’m not your typical puertorrican”. Durante el almuerzo comparábamos nuestra adolescencia en Puerto Rico con la de nuestros hijos en la Florida. Argumentaba que no se bronceaba fácilmente, ni poseía un voluptuoso trasero. Aclaró que no se consideraba víctima de bullying, pero si de ser blanco de muchas bromas. Me sentí sorprendida no por su comentario, si no por mi ignorancia. En ese momento la “negra de casa”, como me llama el “Mostro”, entendió que compartíamos inseguridades similares separadas por la geografía y quizá por el tiempo. Ella en Puerto Rico y yo ahora en Miami. Por su candidez y por esta inesperada coincidencia me sentí más cercana a ella y se ganó otro pedacito de mi corazón.
En Puerto Rico, yo diría, 70 de cada 100 mujeres tiene mi color del piel, trasero o caderas grandes y desde luego el pelo con poca resistencia a la lluvia…Yo me considero ser una representación de la mujer puertorriqueña promedio. Indubitadamente sigo siendo única, pero es mi opinión que en Puerto Rico, hay más gente que se parece a mi y a mis hijas. Existen puertorriqueños de todos los colores, pero allá yo soy mayoría.
Comenzada la aventura y luego de mudarme al territorio de la Gran Corporación Americana mi récord médico indica que soy “white hispanic” (¡ al carajo con la Ley HIPAA!). Esto ha sido motivo de largas charlas, muchas bromas y múltiples status en Facebook. Sin embargo, al menos una o dos veces al mes nos preguntan si somos de otro lugar que no es Puerto Rico. Ya tengo la contestación perfecta: “¿Tu nunca haz visto puertorriqueños prietos? En mi vecindario yo no soy “your typical puertorrican”.
Esta es una mera observación, realmente nos es importante para mi. Después de todo me gusta el color que Dios me dió y si no me gustara no hay nada que pueda hacer al respecto. ¡La crema de Sammy Sosa es una alternativa absurda! Las ventajas de casi llegar a los 46 años es que ya hiciste las paces con la bendita balanza(echándola al basurero) y te aceptas tal como eres.
Durante toda mi vida el hablar de raza o racismo incomoda a la gente. Sean blancos, amarillos, negros o trigueños, ricos o pobres. En una que otra ocasión me han catalogado de insegura por hablar del tema. Luvvie Ayaji, escritora y blogera, cree que la única manera de romper con el status quo sobre verdades y temas difíciles es mediante un método perturbador.
Salir del área de comfort nos obliga a aprender cosas nuevas y esto nos enriquece. Ese es mi propósito, perturbarte hablando del tema hasta que se extinga. Hablar de raza en estos tiempos post Obama nos beneficia a todos.
Nadie tiene derecho a decidir que es un puertorriqueño típico. Y aunque lo intentaran, ser puertorriqueño no es un color de piel, ni haber nacido en determinadas coordenadas. Es una cultura con más de 300 años, es comida, música y ritmo en la voz. ¡Ser puertorriqueño es un estado de ánimo! Aunque en mi por 100pre cambiante vida cuando me mudé a Miami, dejé de ser “your typical puertorrican».

Amiga, cuando me mude’ al ‘terrotorio de la Gran Corporacion Americana’ tropeze con muchas sorpresas. Desde ser perseguida por un ‘cuello rojo’ (quien exhibia la bandera confederada en su pickup truck cual medalla de honor) quien nos grito miles de improperios por pensar que mi jincho era un blanco y yo muy trigueña para estar con el. Ese incidente de bienvenida fue el preludio de un sinnúmero de vivencias que pueden parecer increíbles para quien no las ha vivido. En mi familia un primo que nunca ha vivido en los Estados afirmó que el racismo era complejos. En mi caminar por los estados más sureño, mas prejuiciados, mas racistas y xenófobos concluyó que cuando la “Not your typical Puertorrican?” se mueve entre ellos la amargura les invade y la impotencia los desespera por no poder ponerme en el cajon de su ignorancia. On point Mirba!
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Me encanto!!!!!!! Fascinante!!! ❤️
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