En una cálida noche de verano me encuentro rodeada de monumentos vivientes alegóricos a la historia de mi vida. Con la llegada a la predecible cena, me sorprenden miradas pícaras y caras familiares, procedentes de múltiples códigos postales. Entonces, con un golpe de adrenalina mi corazón se siente pleno, se me pierden las palabras y la euforia me hace gritarle vituperios a las amigas de mi vida.
Transcurrida la escena de besos e interminables abrazos escoltados por unas cuantas copas de espumante, miro a mi alrededor. Me descubro en un salón de espejos, donde cada reflejo no es el mío, pero sigo siendo yo.
Me tomo un «selfie» con Mirba de 14 años. Caminando en Plaza Carolina con «skinny jeans» y la cabeza raspada a los lados. El presente inmediato es su única preocupación: aprender la canción de L.L. Cool J, que ropa usar para el «party» del viernes y juntar el dinero para un nuevo par de Air Jordan’s. Veo todas esas decisiones rápidas que se toman de juventud y que se cargan toda la vida. Así como el amor incondicional a los hijos aún cuando ya no están en nuestra inmediata presencia. Ella es mi «guerrera favorita». Siempre optimista, brutalmente sincera. Tomo una nota mental porque necesito conectarme con esa Mirba adolescente, más a menudo, ahora que tengo una hija de su edad.
Ya me siento más musical, con ganas de bailar… entonces me topo con mi reflejo de la escuela superior. Domingos espectaculares de playa y bikinis microscópicos en Puerto Rico. Mirba está manejando un carro de transmisión estándar y «en segunda» desde Bayamón a Carolina. Con melena azabache, larga y riza vá subiendo la Calle Tanca en el Viejo San Juan, nerviosa porque aunque parece una mujer, no alcanza la edad para entrar a la discoteca. Se deleita en esas largas noches frecuentándo 3 clubs, donde bailar hasta el amanecer era lo más anhelado en el mundo. La música como perfecto escape ante la incertidumbre de esos años: ¿que voy a ser cuando «sea grande»?
Veo el día que rompió mi juventud…También veo una batalla campal contra la madre naturaleza, el corazón roto, la capacidad de aceptar y cambiar de planes. El amor que trasciende los vínculos tradicionales. La promesa de un comienzo distinto y esa bendición que nos premia cada día. A esa le hablo, la invoco y la añoro cada día. Por qué tanto la música como enfrentar la vida con ojos de juventud renueva el alma.
De la nada me habla la Mirba universitaria, me hace un comentario de su prole. ¡Ay… Esos letárgicos viajes dominicales a Mayagüez! Los jueves en el «pub», los días feriados en la playa de El Combate, esas noches interminables estudiando que solo comparan con todas esas vueltas en la piscina del Colegio. La veo toda herida pero acompañada con la empatía personificada; cuando la generosidad y solidaridad vá más allá del bienestar personal. Albergue y consuelo encuentra en los lugares más inesperados. Connie Méndez y Brian Weiss salen al paso. Está aprendiendo a dar noticias difíciles, aguantando la risa, cuando le traicionan los nervios. Esa es la Mirba que aprende a tomar la vida paso a paso, un día a la vez. Reflexiono sobre la importancia del perdón, me comprometo a nunca darme por vencida y recordar que todo pasa. Ella es mi mejor testigo.
Me rellenan mi «drinkie»…Mirba está dando pininos en una vida y una aventura totalmente foránea. Ahí está su compañera de papeleta. Veo planes de boda, viajes, embarazos, hijos. El vivir en una maleta, estadios de béisbol, la incertidumbre del próximo año… lesiones, cirugías y rehabilitación.
Asimismo me reencuentro a Mitzy, relajada y extrovertida en la piscina, en la playa y en todas esas escapadas nocturnas. Aprendiendo la importancia de cuidarme para cuidar mejor de los míos . El tener tanto cariño, solidaridad y generosidad en un mundo tan mezquino en un verdadero privilegio.
Entonces, me ataca la risa cuando me dice una poca vergüenza Mirba con la moraleja de una vida paralela. Un mismo camino que en determinado momento tomó un desvío. La aventura no siempre es dulce y dura muy poco. Esa burbuja es volátil, casi tan volátil como el dinero. Me veo mamá osa defendiendo y protegiendo mis crías. Me siento profundamemte orgullosa de todo lo que ha alcanzado y doy gracias a Dios por su presencia. El amor y la amistad vá más allá de las distancias, de los códigos postales, de los maridos y del tiempo.
Mirba adulta me sonríe calladamente mientras me hace una mueca con los ojos. En ella reconozco una nueva etapa, una nueva ciudad. Los cambios son menos drásticos cuando alguien más los ha recorrido antes que tu. Hago las paces con la piscina, me monto en una bicicleta y los días los mido en millas y ritmos cardíacos. Es en todos esos pasos sanadores que aprendo que hay silencios ensordecedores, tan importantes como las palabras, que hay que saber escucharlos, entenderlos y respetarlos.
Cada una de las amigas de mi vida son un reflejo de mi paso por este mundo. Cada una de ellas es mi exclusiva responsabilidad, me honra que sean mi carga, pero también son mi bendición en Mi por 100pre Cambiante vida.

Mi amiga, tan igual y tan distinta a mi…Se lo que es pasar la pagina de un libro de Connie, Brian o Louise encontrando el sentido de lo inexplicable. Dios entretejio nuestros caminos hasta la eternidad y soy muy bendecida por eso. Agradecida por siempre
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